Entrevista a Antonio Carrau: la percepción como campo
Antonio Carrau comenzó interviniendo tablas de skate y pintando murales como pasatiempo. Al día de hoy ya ha incursionado en diferentes tipos de soportes, desde ropa y telas hasta objetos y papel. La subjetividad que produce una obra de arte es un interés constante en su trabajo. En su carpeta Número 5, Carrau se atreve a agregar color por primera vez a sus obras en blanco y negro, creando un diseño a partir de contraformas y restos de collages.
¿Cómo empezaste tu recorrido por el universo del diseño?
Me formé en Diseño Gráfico en la ORT de Montevideo y actualmente formo parte del estudio de local Atolón de Mororoa, un referente en mi época de estudiante por ser un colectivo de trabajo sin jerarquías. Llegué ahí como pasante y en 2015 me invitaron a formar parte del estudio. Trabajo en todo tipo de proyectos, algunos muy cercanos a la formación que recibí y otros más alejados. En los trabajos plásticos soy autodidacta.
¿Cómo son tus procesos de trabajo?
No tengo un proceso definido, depende bastante del resultado al que quiera llegar y de mis inquietudes del momento. El collage, el dibujo y la computadora son las herramientas que más uso. Por lo general, paso de un medio a otro antes de llegar al resultado final. Siempre estoy probando técnicas nuevas. Por ejemplo, en el caso del collage, uso hojas blancas y armo texturas. Hago una exploración que luego uso para armar otra cosa. Cuando estaba bocetando ideas para la alfombra, hice un modelo con plastilina que después fotografié y procesé en la computadora. Algunas de las texturas que se generaron en ese proceso se ven reflejadas en la carpeta. También quería mezclar colores (en ese momento miraba trabajos de cerámica que mezclaban colores). Entonces hice un boceto mezclando dos colores que contrastaban bastante, con la intención de poder sacarle una foto o escanearlo y ver cómo usarlo.
Izquierda: Primeras incursiones del artista. Sectores de murales realizados para dos locales gastronómicos en Punta del Este, Uruguay.
Derecha: Boceto original en blanco y negro realizado con la técnica de collage.
¿En qué consistieron tus primeros trabajos?
En mis comienzos estaba abocado a encontrar una forma de dibujar y sabía que si no tenía un cliente que me obligara a hacerlo no iba a suceder. Empecé restaurando unas tablas de skate como hobby, luego pinté otras a mano. Eso me dio un ritmo de trabajo. A partir de esas quince tablas empezaron a surgir más encargos. Un amigo me pidió que pintara una pared de una pizzería y esa pared, a su vez, me trajo un encargo de un mural para Levi’s en La Barra, Punta del Este. Esos trabajos seguían una lógica de lo figurativo a la abstracción.
¿Qué opinás sobre la relación entre lo artesanal y lo industrial en el proceso de producción?
Nunca me cuestioné eso como una problemática o dilema. Uso todas las herramientas disponibles. Los pañuelos que hice, por ejemplo, siguen un proceso industrial, la sublimación. Pasé mucho tiempo investigando cómo hacer para imprimir algo con una tecnología industrial pero que luciera como artesanal, o a la inversa: ¿Cómo hacer que un collage artesanal se pueda imprimir en remeras bajo un proceso industrial? Luego pensé que si estaba hecho de forma digital otra opción podía ser respetar eso y que se viera realmente robótico, y dejar que la tela aportara lo orgánico. Y la investigación viró para ese lado. El resultado fue una serie de pañuelos cibernéticos, inspirados en la música de Kraftwerk que me acompañaba en ese tiempo.
¿Qué inspira tus realizaciones?
La idea de poder llegar a desarrollar un universo propio. Siento una atracción muy grande por lo visual, por los colores, por las formas y la percepción. También me interesan las plantas, la abstracción, los patrones. Siempre que veo películas saco fotos de escenas que me gustan.
Número 5 está tejida con hilados de pura lana. La composición fue creada en base a contraformas y restos de collages.
¿Cuál fue el mayor desafío en la realización de Número 5 en colaboración con El Espartano?
El color. Hasta ese momento, yo trabajaba únicamente en blanco y negro -de hecho, las primeras opciones que mandé a El Espartano eran en blanco y negro. Estaba en un proceso de desarrollar un lenguaje personal, un catálogo de formas y elementos, y me parecía que agregar color era demasiado. Trabajar en blanco y negro me ayudó a limitar mi objetivo y potenciarlo. El gran desafío fue incorporar color. Afortunadamente, la paleta tenía cuarenta y seis colores diferentes para elegir, lo cual me ayudó con esta nueva apuesta.
¿Cómo definís el lenguaje gráfico y en particular el tuyo?
Entiendo al lenguaje como un sistema de elementos, formas, comportamientos, alineaciones. En cuanto al mío, diría que está en desarrollo, ahora y siempre.
Antonio Carrau es uruguayo y vive en Montevideo. Realizó estudios en Diseño Gráfico en la ORT aunque siempre se sintió atraído por las artes plásticas. Curioso y autodidacta, le interesa la experimentación y exploración de distintas formas de expresión. Actualmente integra el estudio de diseño uruguayo Atolón de Mororoa.