Palacio Tangará: con el legado del modernismo brasileño
Una residencia en San Pablo cuyos orígenes se remontan a la década de 1940, es hoy uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad. Su reforma estuvo a cargo del estudio local Anastassiadis, que trabajó con El Espartano en la ambientación de los pisos.
San Pablo es una ciudad vibrante, rebosante de energía. El Palacio Tangará es una muestra de esta ciudad; desde su elegancia y oferta de servicios de nivel internacional hasta su cercanía con museos y centros culturales como el Museo de Arte de San Pablo (MASP).
La historia del edificio es curiosa. A fines de la década de 1940, “Baby Pignatari”, un apoderado hombre de negocios ítalo-brasileño, encargó a Oscar Niemeyer la construcción del palacio para su esposa en un gesto magníficamente romántico. En aquel momento, Roberto Burle Marx fue contratado para diseñar los jardines del palacio. Pero la proeza quedó trunca. La relación entre Pignatari y su mujer terminó y con ello, Tangará fue abandonado y permaneció inconcluso por muchos años. Hasta que la Colección Oetker compró el Palacio y lo convirtió en un hotel.
Tiene 141 habitaciones, incluyendo 59 suites, todas con magníficas vistas al parque. Las instalaciones adicionales incluyen nueve salones para eventos, un salón de baile con capacidad para 400 invitados, un spa y gimnasio, piscinas cubiertas y al aire libre y un club para niños. Los estudios de interiorismo locales Bick Simonato y Anastassiadis fueron los encargados de pensar un concepto de diseño a medida para cada espacio. Así, todas las habitaciones tienen una decoración elegante con acentos contemporáneos y materiales inspirados en la naturaleza. Cuentan con salida a un balcón o terraza y gozan de fabulosas vistas al Parque Burle Marx. La inspiración para la paleta de colores provino de un grabado del artista francés Jean Debret. Una composición cromática que resalta el escenario verde de los exteriores. Las alfombras de El Espartano fueron cuidadosamente elegidas para que se distinguieran las obras de arte presentes en el hotel. El diseño de los tejidos y el trabajo de crear cada hebra fueron fundamentales para que los ambientes resultaran equilibrados.
Las huellas de Burle Marx y Bo Bardi
Roberto Burle Marx fue el arquitecto paisajista más importante de Brasil, conocido como un artista del jardín moderno. Vivió gran parte de su vida en Río de Janeiro, donde están localizados sus principales trabajos, aunque su obra se encuentra repartida por todo el mundo. El parque dentro del cual se sitúa el Palacio lleva su nombre y es visualmente impresionante, con enredaderas en palmeras y helechos, y un hermoso lago que alberga peces, tortugas y cisnes.
El parque tiene un papel importante en la composición de las áreas verdes de San Pablo, ya que contribuye a mejorar la calidad del aire, la reducción del ruido, la preservación de la fauna y la flora, el alivio de las “islas de calor” y el ocio de la población. Este parque está totalmente dedicado al ocio contemplativo, y su objetivo principal es aproximar la población de San Pablo a la naturaleza, proporcionando agradables paseos por el bosque formado por especies restantes de la “Mata Atlántica” (Bosque Atlántico). El jardín de Burle Marx que rodea al Palacio alberga un espejo de agua, un conjunto de paneles escultóricos, palmas reales y una hermosa pérgola enfrente de un césped de dos colores que imita un tablero de ajedrez. La obra data de 1950 y fue sometida a una intervención de restauración realizada por Burle Marx en 1991. En 1990 se produjo el desarrollo urbano del barrio, y los criterios para establecer el parque fueron la conservación de grandes áreas con una presencia significativa de bosque nativo y secundario, y la existencia de los elementos restantes del proyecto de Burle Marx.
Otra de las atracciones arquitectónicas imperdibles en una visita a Tangará es la Casa de Vidrio de Lina Bo Bardi, antigua vivienda de la arquitecta ítalo-brasileña que diseñó varias obras icónicas de la ciudad. En 1951, Bo Bardi diseñó la Casa de Vidrio para vivir con su esposo en lo que entonces era el resto de la Mata Atlántica, la selva tropical original que rodea San Pablo. Ubicada en una parcela de 7.000 m2, fue la primera residencia en el vecindario de Morumbi. El área es ahora un suburbio rico, pero se estableció una versión más domesticada de la selva tropical alrededor de la casa, ocultándola de las visuales y formando un telón de fondo verde y exuberante en las paredes de vidrio. En la casa, hay zonas asignadas a diferentes funciones pero todas están unificadas por las vistas del bosque a través del cristal.